Otras
veces te pilla metida en la cama, y otros días, da la casualidad de que estamos
en Abril y estoy a punto de soñarte.
Entonces
tiro de lápiz y agarro el único libro tuyo que ronda por la mesita.
Miro
por la ventana y huele a feliz y a corto. Y escribo.
Y te
encuentras con cuatro corazones, (o cuatro habitaciones, para que me entendáis)
volando como si Octubre tuviera complejo de cerca.
Y entonces,
aparece el sofá verde mientras suena la lista de reproducción de las tardes de
cocina.
Y miras
los secretos que tenemos guardados en las esquinas, algunos segundos un poco
perdidos, para de vez en cuando encontrarse. Como el papel de liar en los
cajones, o el recuerdo que va dejando un lugar cuando pasan los días y cuando
pasa la gente. Como los que se conocen nuestro invierno o los que vienen de
pasada. O los que no viven ahí porque no duermen, pero siempre están. Por los
que fueron una vez y robaron un trocito de almohada. O por los que llegaron una
noche y se llevaron un corazón.
Simplemente,
por cada uno que ha dejado su trocito de magia.
(Y por
las cuatro que venimos incluidas, también)
Como vuelan las cosas buenas cuando les da cuerda el amor.
Como vuelan las cosas buenas cuando les da cuerda el amor.
Que rápido
se me escapa Madrid, cuando llega la primavera.