30 de septiembre de 2012

¿A qué altura de la vida se empiezan a ver las cosas más cerca?

Los días que se gastaban erizando la piel de su espalda.
Las noches de lluvia mezcladas con la esencia de un domingo.
La respiración sincronizada con el vello de su nuca.
Los días que te trae el otoño, con casualidades atemporales e intentos de destinos cruzados.
Al fin y al cabo, días que despiertan tristes y se respiran lejos.
Son malos tiempos para estar solo con medio corazón congelado de frío.
Ya no son noches infinitas para capturar colchones. Pasan los amores y quedan las miradas que dividen el tiempo en dos. En ti, en mí, y en la razón que no encuentro y nos separa.
El destino se intenta, pero no se cambia.
El destino sólo se tienta. Si es interesante, ya cambiará.
Mientras tanto, busca esa canción que cambie de color el vagón del metro. Sobrevive de boca en boca y busca una voz que te salve el día. Ya llegará medio corazón que se sienta solo y te salve del frío.

20 de septiembre de 2012

Tal vez sean nuestras vidas, con sus casualidades y coincidencias.


Su pelo rubio.
Sus ojos.
Esa forma tan suya de mirar.
Tal vez sean sus arrebatos y su manera de hacerme reír.
Tal vez nuestras vidas, con sus casualidades y coincidencias.
De cualquier forma, me sobran motivos para dedicarte un trocito de tiempo.

Porque de repente, parece que ninguna pieza encaja en tu vida.
Que tus ojos a punto de explotar se han rendido en el intento.
Parece que todo lo que estaba tan cerca, se aleja sin hacer ruido.
El invierno sin amor te suena a infierno.
Sólo tus ganas de vivir, tus carcajadas con volumen de más, sólo esa manera de hacer feliz a las personas pueden salvarte.
Más de una noche con más de una cerveza llegué a pensar que te quería demasiado.
Que la vida es fácil a veces y que hay calles que son más bonitas cuando no hace falta olvidarlas.
Pero también hay calles difíciles, y miradas que ya no deben cruzarse.
Hay momentos en la vida que son para siempre. Como el primer amor. Como esa sonrisa que te volaba la cabeza hace años.
Pero piensa en los momentos complicados y en cómo pasa el tiempo.
Acuérdate de que fue la vida la que te echó una mano.
La vida. La que pasa y la que te queda. La que ahora no avanza y se queda quieta mientras duele.
Esa vida que hace que desaparezcan los que iban a estar siempre. Los que nunca fallarían y ahora ni siquiera existen. 
La misma vida que se lleva las únicas personas que de verdad importaban. 
Sin embargo, pasan los años y sólo escribiría miles de hojas admirando lo feliz que eres.
Pero prefiero recordarte todas esas botellas de vodka vacías. Todas esas madrugadas inolvidables y los amores compartidos.
Sobre cómo cerrar los bares juntas y abrir el café con ganas de más.
Eres una razón para muchos y un ejemplo para todos.
Eres un corazón grande rodeado de corazones diminutos que no te merecen.
El mundo se ha puesto en tu contra, pero suele hacerlo con las personas valientes.
Así que deja de buscar razones que no te dejan dormir. Porque la única razón es seguir sin rendirse. La única razón es verte reír, ver como haces reír a los demás, tu forma de disimular, la manera en la que te vuelves orgullosa sin serlo y la envidia de muchos de ser feliz y transmitirlo.
Deja de suspirar por lo que nunca habrá, piensa en lo que está por venir y coge aire antes de darte por vencida.
Sigue perdiendo los papeles en la tercera copa y no te canses nunca de vivir.
No te olvides de mí, ni de nuestros secretos, ni de las confesiones de una noche de borrachera.
Acuérdate siempre de los amaneceres, de esos recuerdos que duran incontables cafés. De esa manera tan nuestra de cagarla y esa sensación tan extraña de que hemos vivido una vida parecida.
Puedes pasarte las horas muertas llorando historias y alguna filosofía sin sentido.
Puedes llorar desamores y días malos; pero nunca olvides que tienes un corazón demasiado grande para esta ciudad tan pequeña.
Porque eres de las de verdad, de las que quieren y consiguen. De las que faltan si no están. De las que le ganan la batalla al invierno y se dan cuenta que no era para tanto.
Gracias por estar siempre.
Por nunca fallarme, por estar en mi vida y hacerme un poco más feliz.
Te quiero.
Muchísimo.

18 de septiembre de 2012

No importa el cuándo si existe el cómo.

Siempre pensé que el secreto estaba en irse. Irse y dejarse algo olvidado. 
A veces, la chaqueta. En otros momentos, el corazón.
Puede que los petas consumidos y esas ganas de nada menos de querer, tuvieran algo que decir. 
Buscaba el primer escalón hacia la boca correcta, hacia el momento adecuado para volver a creer en los amores que te vuelan la cabeza por las noches. 
No solía fiarse de los besos por contrato, y mucho menos de los coches que la llevaban a casa de madrugada. 
Tenía los labios secos y más de mil preguntas atravesadas en la garganta. 
La capital temblaba de las ganas que tenía de vivirla ese año. A veces, llamaba a mi cabeza la tristeza irreparable de los amores pasados. A veces, la misma pregunta y la misma razón que me autoconvencían de aquello. La vida tiene algo guardado para ti. 
Decidió entonces alejarse un par de vidas. Tal vez un par de vías que chirriaban cuando frenaba el corazón. Cuando el tren se alejaba de nuestros pasos, de ti, del amor a oscuras en el salón.
No era ni el espacio más corto, ni el tiempo más pequeño. Puede que incluso fuera al revés.
Sea como sea, supongo que la vida no es tan puta como escriben.
La vida tiene algo para ti.
Tal vez sea la chaqueta.
Quién sabe si un corazón. 

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