22 de febrero de 2012

#Últimocapítulo, perder en un arrebato de sinceridad.

Sincerarme aún sabiendo que arriesgando podía perderlo todo.
Quedarme sin ti, no volver a mirarte a los ojos para convencerme de que he perdido.
Que no me he levantado una mañana sin pensar en tu ropa por el suelo, en el último piso, en lo grande que era esa cama y lo pequeño que fue tu desliz.
Nunca sabrás que me volaste la cabeza. No sabrás que sigo temblando si te pienso, que a kilómetros de ese parque estoy dedicándote una canción.
Que me subo en un par de tacones y no soy capaz de comerme el mundo si no estás mirándome desde la esquina de la barra.
Nunca supe que hacer contigo cuando empezaste a importarme. No me faltaron razones para olvidarte, no me faltaron bocas para hacerlo.
Nunca me creíste, pero se acabó. 
No volveré a rendir cuentas con la tapicería de tu coche, no quiero verte más ni quererte de menos.
He dejado de existir cuando tú me inventes. Ya no escribo puntos suspensivos, ni puntos apartes.
Empiezo a inventarme, empiezo a creer en una boca nueva, empiezo a encontrar una razón.
Ya está escrito. 

Punto y final.

13 de febrero de 2012

#capítulocero


Llevábamos un mes de frío polar, de bibliotecas y café de máquina. Llevábamos un mes de ir en el vagón del metro sin canción, de estudiar sin ganas, de dormir sin ti. 
Esa noche fui a la barra y pedí una copa. Era uno de esos miércoles que te comes la ciudad y coges un tren sin dormir rumbo a casa. 
Pasaban los kilómetros entre varias cabezadas de resaca, pasaban los recuerdos del otoño por la vía.
Tú no eras ninguno de esos recuerdos, nosotros sólo fuimos dos amantes que se abandonaron un verano.
La verdad que sólo pensaba en ellas. En que volveríamos a estar todas juntas, en que volvería a beber de más y a verte de menos. En que alguna volvería a intentarlo y que otras se darían a la fuga con el amor de siempre.
Llegaría el domingo y volveríamos a reírnos de la borrachera del día anterior.
Pero ese fin de semana no iba a intentarlo. Había pasado tiempo sin verte y seguíamos siendo la consecuencia de muchas causas juntas. De haberte perdido, de haberlo intentado y haberme rendido. 
Ese sábado sólo quería la botella de vodka y a las cinco, conmigo.
Sólo me importaban los 12.000 kilómetros que me separaban de mi madre. Sólo me importaba verlos sonreír en la pantalla del ordenador desde Argentina.
Ese día me di cuenta que la vida puede devolverte todo de golpe. Que nacemos para ser felices, no perfectos. 
Que después de no planearte, apareces. 
Eres una historia que nunca acaba, un renglón a medio acabar o una frase a medio empezar.
Han pasado dos noches, desde que volviste a besarme, desde que tu olor y tus ojos no me dejan pensar en otra cosa.
Han sido siete meses, ¿siguen siendo siete vidas?

Entradas